Maika Makovski: "No hay nada más maravilloso que grabar en directo"


Texto: Carlos Molina.

“Chinook wind” es el sexto disco de estudio de Maika Makovski. Tras superar la década en activo, esta risueña y simpática artista regresa con un disco que le permite, como ella misma dice, “volver a la acción”. ¡Ya teníamos ganas!

Muchas veces escuchamos o leemos eso de que un artista dice que su último disco le ha salido de las entrañas. Y no siempre se percibe. En este caso, sí. Has tenido momentos buenos y malos en estos últimos cuatro años pero, ¿podríamos decir que ahora vuelves a estar arriba?


Sí, la verdad es que me ha venido muy bien volver a la acción, porque a veces los procesos de composición de un álbum vienen muy rodados y otros, como en éste, se sufren parones, hay mucho tiempo entre medias, mucha incertidumbre y necesidad de estar dentro de uno mismo… y yo sabía que por salud tenía que sacar este disco cuanto antes (risas).

Te ha salido algo muy bilbaíno, que es: si vamos a hacer algo, lo hacemos a lo grande. Y es que te vas a rodear de una súper banda de acompañamiento para esta gira. Un berenjenal muy guapo. Un tour que se aleja de festivales, que es algo que parece que buscan ahora la mayor parte de las bandas, para buscar un mayor intimismo en salas cerradas.

A mí nunca me han gustado los festivales, en realidad. Ni cuando estaba haciendo garage a trío, con un Marshall enorme, porque ya de entrada los escenarios suelen estar muy lejanos al público. Nosotros siempre hemos sido de salas. Ahora me ha salido un disco muy tremendo, que tiene partes muy fuertes igualmente, pero también otras para saborear, para acurrucarse en la sutilidad que ofrece. Por eso vamos con cuarteto de cuerda, trompa y una batería que también hace funciones de percusión. Hay demasiada miga como para que se pierda entre selfies y los ecos de las canciones de otros escenarios o carpas.

Has abogado también por mantener la imperfección en los discos, por no retocar esos errores que lejos de fastidiar un tema le confieren más humanidad.

Sí, totalmente. Se trata de una cuestión muy delicada, lo entiendo, porque cuando hacemos una maqueta somos los únicos que reconocemos algunos fallos y los únicos que los podemos disfrutar, nos aferramos a ellos. Pero es que eso es lo que tiene el ser humano y el arte de bello, porque si no terminamos como en 1984, realizando hits por ordenador y casi con fórmulas matemáticas, lo que me parece horroroso y aterrador al mismo tiempo. No hay nada más maravilloso que grabar un álbum en directo en el estudio.

Es muy importante el papel que John Paris ha jugado de nuevo en la producción, pero cuando te pones a trabajar con una maqueta, ¿eres muy exigente y de darle muchas vueltas a todo, o más bien de no volverte muy loca, entre comillas?

Tengo mis épocas. Por lo general tiendo a grabar más una idea que una maqueta ultra producida, pero un mes o dos antes de meterme al estudio intento concretar ideas y producir yo todo lo que pueda, porque sé que en el estudio después el tiempo escasea, y que por no hacer ese trabajo antes tienes que dejar cosas que no es que desagraden, pero sí que sientes que podrían ser diferentes, más brillantes o vestir de otra manera a la canción. Cuando me pongo a hacer esas demos intensivas, normalmente las cosas fluyen bien porque me meto en una dinámica en la que ejercito el músculo hasta que está en forma. A veces tengo una canción a medias de la que me gusta la estrofa pero no me sale el estribillo y entonces la dejo en paz y me digo: “ya volveré a ella para el siguiente álbum”.

Tu faceta multidisciplinar, ¿te ha reforzado como artista musical?

Desde luego, y tanto que sí. También porque de no haber sido por el teatro no hubiera podido vivir muchas cosas. Por ejemplo, la última obra que hice con Calixto en 2013 la llevé a cabo en Munich y estuve de compositora nada más. Primero compuse los temas y luego los dirigí, tenía a tres musicazos tremendos a los que dirigía, además de a los actores cuando tenían que afrontar las canciones. Y eso me dio una perspectiva que no hubiera podido adquirir de haber seguido sólo con lo mío, o al menos no de una forma tan rápida. Yo creo que esto me preparó para hacer cosas con cuerdas, aunque de una manera muy sutil, para trabajar con la palabra hablada, que te enseña mucho acerca de los ritmos, los tempos… Cada nueva cosa se termina por añadir al engranaje.

Trabajar con los textos de Edgar Allan Poe fue un regalo para mí, porque siempre he tenido mucho orgullo de la pureza de mi obra, eso de parecerme lo menos posible a otro, “plagiar” también lo menos posible… y de repente, coger los textos de otro y trabajar con ellos sin pudor, fue como “uauh”. Dio a mis canciones un ritmo al que yo no hubiera llegado con mis palabras propias.

También has mencionado que no concibes las canciones sin que sean muy personales, sin que nazcan de lo más profundo de ti. ¿Te ha sucedido que se te hayan acercado para decirte algo acerca de uno de tus temas, y que en realidad esa canción tuviera una temática, o sentimiento, diferente?

Me pasa poco, porque para empezar canto en inglés, y eso hace más complicado que la gente se meta en mis letras. Pero ahora que recuerdo, hay una canción de “Thank you for the Boots” que estuvo de careta en el programa de Julia Otero, que es un tema muy alegre musicalmente, pero que también tiene un momento un poco obsesivo que no es tan “happy” como parece…

¿Qué hobbies puedes confesarnos?

De gira normalmente leo. Ahora que estoy en Mallorca, hasta que averigüe dónde instalarme, puedo pasarme horas y horas agachada cuidando de mis plantas y viendo si han crecido, si tienen algún problema… Me gusta plantar plantas muy chiquitas, en lugar de hacer como en esos sitios tan guays que ponen plantas en un macetón enorme, que me dan ganas de gritar “libertad a las plantas, askatu!”(risas). Me gusta mucho el País Vasco por la tierra que tenéis aquí, y los animales. Yo soy más de tener dos cerdos que pareja (risas).

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