Garrapateros festivos: Los Delinqüentes brillaron en Gasteiz con su apuesta lúdica en una repleta sala Jimmy Jazz (Por Manu González)


Empezaron siendo tres, aunque el prematuro fallecimiento de Migue Benítez les dejó en dúo con sólo dos discos en el mercado. La marcha de un amigo, cuando apenas uno ha vivido dos décadas, podría haber supuesto un punto de no retorno para cualquiera. Por suerte, no para estos jerezanos. Diego y Canijo, Los Delinqüentes, caldearon Gasteiz (una plaza complicada para muchos) con su propuesta. Música garrapatera, como ellos mismos la definen. Auténtica, según su léxico. Tamizada con reggae, rock, blues. Pasada por el filtro del surrealismo de su adorado Kiko Veneno. Con tÌtulos eternos, como los de Bob Dylan. “Bienvenidos a la Època iconoclasta”, su última entrega, es un ejemplo más.

Con el Ratón y el Canijo, una banda que, como ellos, se lo pasa bien en escena. Y eso se nota. Se transmite. Por mucho que hubiera, cómo no, un emotivo recuerdo al amigo ausente con “El aire de la calle”, una canción convertida en himno. Como “La primavera trompetera”, un canto al hedonismo que no pudo ser más apropiado en una ciudad que trataba de acoger en su seno a la recién estrenada estación. Más de dos horas de actuación, con las nuevas canciones como hilo conductor. Pero también las de siempre. Como “Tabanquero”, un etílico estribillo que parecÌa incitar a hacer barra fija. “Dame de beber, dame de beber”. Pero el respetable, por suerte, se inclinó por que le hicieran bailar, disfrutar y sudar. Como corresponde.

No faltaron concesiones al humor, o himnos pretéritos como “A la luz del Lorenzo”. El Canijo (¿hay alguien ya que le llame Marcos?) se enfundó un tricornio para cantar “yo sería feliz sin verle la cara a un guardia civil”. Por momentos pareció una fiesta de disfraces, pero fue una celebración musical. De esas que hacen falta en una época como esta.

Yo les recordaba tocando, hace ya más de un lustro, en Estepona, en uno de esos festivales veraniegos. Migue llevaba la voz cantante, Diego manejaba el cotarro como nadie (llamar a los músicos que van con ellos, “La banda del Ratón”, no es una concesión gratuita, ya que ejerce de director de orquesta en escena) y el Canijo se paseaba por el escenario sobre una bicicleta de una sola rueda. Desde entonces, como ellos mismos dicen, la olla se ha hecho más grande. Han evolucionado siendo fieles a su estilo. La fiesta garrapatera hizo una parada en Vitoria a finales de marzo. Si no pudiste verlos, no dejes de hacerlo en cuanto tengas oportunidad.

(Manu González es autor del libro "Conversaciones de pop-rock", editado por Sepha).

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