Carmen París: “Las señas de identidad de cada pueblo pueden ser tan contemporáneas y modernas como las anglosajonas”



Texto: Carlos Molina.

Ni el infernal ruido de una cafetería es capaz de quitarle algo de placer al hecho de volver a charlar con una artistaza como Carmen París. Voz impresionante, personalidad musical arrolladora y un torrente de sonidos y géneros que, abrazados a la jota, a su jota, terminan por convertirse en una propuesta tan única como maravillosa. Así lo demuestra su fantástico cuarto disco, “Ejazz con Jota”, cantado en español e inglés para conquistar a los anglosajones. Y con tan fantástica mezcolanza jazzística, jotera, afrocubana… a buen seguro que lo conseguirá.

Pedazo de disco, a la altura de tu gran voz y de esa Big Band que te acompaña. Un disco con el que superas la década, discográficamente hablando. ¿Qué crees que es lo que más has aprendido musicalmente en estos últimos diez años desde que te iniciaste con “Pa´mi genio”?

Considero que he ido consolidando y cristalizando todo lo que ya había propuesto en ese primer álbum. Ya hago todo con más serenidad y menos dudas.

Me gusta mucho este disco. Me parece como más “rebelde” que los anteriores, y más completo, y eso que me gustaron mucho.

(Risas). Lo has percibido bien. Sí, es así, me he liberado de algunos corsés que tenía. El jazz permite la libertad en la forma de los temas, en la improvisación, en su duración, el permitir mezclar lo que consideres superando todos los prejuicios. Como este es mi primer trabajo como auto productora he hecho lo que he querido. No he contemplado que estaba en una compañía discográfica y que, por ello, los temas tenían que tener la duración que las radios imponen. Por eso te puede parecer más rebelde, porque he hecho lo que me ha dado la real gana (risas).

Y además con un resultado brillante y redondo.

Como te decía antes, ahora siento que las cosas tienen más sentido. Este trabajo venía rondándome diría que desde mi infancia, porque mi padre era muy admirador del Pastor de Andorra, que ha sido uno de los cantadores de jota más célebres, y que ya hace 50 años cantó una jota a Kennedy. A su vez, mi padre también admiraba las grandes orquestas de Glenn Miller y Benny Goodman, era una música que escuchábamos mucho en casa. Luego tuvimos un bar en el pueblo en el que yo servía chotas de vino al cantador de Jotas que había en Utebo, y cuando hablaba con los hijos de los militares de la base americana, porque vivían en los pueblos de alrededor, él se burlaba porque decía que hablábamos en “guachi guachi”, y me decía: “imagínate una jota así, en guachi guachi” (risas). Nos reíamos mucho. Yo en petit comité, o en el típico garito en el que al final quedamos cuatro, sí que había cantado ya jotas en inglés, pero lo había encarado así, en plan broma. Ha sido después de recorrer este camino cuando me he dicho: “y por qué no voy a hacerlo en serio”.

Podrías haber apostado por cantar todas las letras en inglés, pero has querido combinar ese idioma con el español, como si dijeras: “voy a internacionalizar la jota pero, ojo, sin olvidar ni por un momento sus raíces”.

Eso es, la idea es intentar que alguien de fuera de España entienda lo que es la jota, pero sin que ésta pierda su esencia. Y que no sólo comprendan la música, sino también la letra y la forma de decir. He adaptado al inglés la manera de decir de la jota sin pegar mucha patada al idioma.

En tus comienzos tuviste que aguantar las críticas de algunos sectores muy ortodoxos de la jota, que no entendían tu acercamiento a ella. Ahora eres toda una representante de Zaragoza y Aragón más allá de nuestro país, con una carrera consolidada y admirada. ¿Has percibido si has vencido la resistencia de algunos de esos “opositores”, si han podido decir: “oye, pues al final lo que hace esta chica no está tan mal”?

“Tiene algo de sentido lo que hace esta chica, sí” (risas). Bueno, algunos sí que han cambiado de opinión, otros no. Con los más recalcitrantes no ha habido manera. Lo que me parece más importante de todo lo que ha provocado mi música, tanto en Aragón como en otros lugares, lo refleja lo que me ocurrió después de un concierto, que vino un chaval joven y me comentó: “te tengo que abrazar, tía, porque has conseguido que a mi padre y a mí nos guste el mismo disco”. Para mí eso es de lo más grande que se puede lograr haciendo música, unir generaciones. O haber gustado a gente que te ha reconocido que pasaban de la jota, o del folklore, porque les parecía algo muy “pesado”, y haberles interesado con las letras y así. Con esa intención y amor hago mi música, intentando demostrar que las señas de identidad de cada pueblo pueden ser tan contemporáneas y modernas como son las anglosajonas, que parecen los únicos modelos “modernos”. Ese es el plan, a ver si nos sale (risas).

Ya hay presentación oficial del disco el 5 de junio en el Teatro Principal de Zaragoza, y tu intención es pasearlo fuera de nuestro país. ¿Qué fechas podemos esperar en España? ¿Será complicado cerrar muchas?

Está todo por determinar, habrá que esperar a que se escuche más el disco. A mí me gustaría dar unos cuantos conciertos en España para dar a conocer el álbum, pero la intención es que tenga una proyección internacional. Sacarlo en Estados Unidos, en México… y ver cómo funciona fuera, porque aquí la cosa del trabajo cada año está peor. El que no pueda sobrevivir sumando conciertos en varios países lo va a tener muy difícil para mantenerse.

¿Hay que sobornar a alguien para que vengas a Bilbao?

(Risas) Ya he estado unas cuantas veces en el País Vasco. Imagino que con este proyecto también lo visitaremos. De hecho, mi banda en un momento era casi formada completamente por bilbaínos: estaba Santi Ibarretxe, Borja Barrueta, Txarlie Solano, Kike Fuentes… me llamaban la bilbaína.

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