Texto: Carlos Molina.
El artista zaragozano (foto: Jose Girl), con tres décadas de trayectoria musical a sus espaldas, ha construido una carrera para la que sólo tenemos aplausos desde ORPHEO y RockinBilbo. Puede ser amado o detestado por su carácter o sus composiciones, pero desde el razonamiento y el estudio de su bagaje únicamente cabe reconocer que el músico maño es, como mínimo, un currela. Aunque es más, mucho más.
Constante…
Salvo por la necesidad emocional y humana que le llevó a hacer una pausa en su carrera tras poner fin a la etapa del Huracán Ambulante y trasladarse a Cuba por un tiempo, Bunbury no ha parado de estimular las musas, componiendo decenas de canciones, edificando una discografía tan extensa como intensa y sumando cientos de bolos. Entiende la música como una forma de vida, tanto en su faceta más empresarial como en la espiritual. Y lo demuestra con hechos así.
… pero mutante:
Llevar tantos años al pie del cañón no ha conllevado un aburguesamiento en su carrera, habiendo transitado ésta por etapas más electrónicas (Radical Sonora), folkies (Huracán Ambulante) y últimamente más contundentes en directo (Los Santos Inocentes). Una continua experimentación que hace que su carrera no pueda verse como una línea recta, sino como un aquí y allá que no busca una meta, sino mantenerse en movimiento. Baste comprobar sus revisiones de ‘El Camino del Exceso’ en el comienzo de su etapa en solitario y en el pasado álbum “El Libro de las Mutaciones”.
Único:
El músico de Zaragoza posee una marcada personalidad, tan amada como odiada, esa es la verdad. Todo partiendo de una base: un artista no puede ser como el vecino que te saluda todos los días en el ascensor. Lo que le confiere un atractivo mayor para todos (fans, medios, industria musical). Y eso es de agradecer en un país tan falto de rock´n´roll stars.
Universal:
Es una realidad. Bunbury es más grande en Latinoamérica que en su propio país. Y no porque no lo sea en España, sino porque el fervor con el que los fans se entregan a su figura es incendiario al otro lado del charco. Es uno de nuestros músicos más internacionales, no de ahora, sino de las últimas décadas. Y en un país tan cainita y envidioso como éste, nosotros lo vemos como un logro y con mucho orgullo.
Intergeneracional:
Ok, reconozcámoslo. Ya no somos esos adolescentes que, vestidos todo de negro, sacaban pecho de su pertenencia al mundo de Héroes. Ni siquiera los que éramos capaces de ir a ver al maño a uno de sus primeros bolos de “Pequeño” a otra ciudad sin tener ningún medio de transporte cerrado para volver y arriesgándose a pasar una noche a la intemperie. Pintamos alguna que otra cana y miramos sin miedo, o superamos, los 40. Y sin embargo, uno ve las fantásticas fotos de Josegirl de las últimas giras del maño y observa cientos y cientos de jóvenes rostros entregados con fervor al directo de Bunbury. Padres e hijos unidos en torno a una figura incomparable.
Dedicado:
Cientos, miles de discos escuchados de todo tipo de estilos, artistas y procedencias otorgan a Bunbury el calificativo de “enciclopedia musical andante”. Uno da fe de ello cuando en la única entrevista mantenida hasta ahora con el zaragozano te hablaba largo y tendido de una Anari escasamente conocida fuera de nuestra Euskadi. Como decíamos antes, la música es una forma de vida para él. O lo que es lo mismo, una necesidad vital.
Aplicado:
Le gustar estar al tanto del presente musical de nuestro país. Predicando su reconocimiento ante veteranas figuras de nuestra escena (Santiago Auserón, Loquillo, Jaime Urrutia), pero indagando sin descanso y escuchando todo tipo de bandas, sin desdeñar por su estatus o sonido. Como me decía hace unas semanas Maika Makovski: “Está muy al tanto de los grupos de aquí aunque esté en Los Angeles, y tiene un gran conocimiento de las bandas chiquitas, intenta que la gente también sea consciente de ellos, hace sus listas anuales… cosas de tío al que aún le gusta mucho la música. Podría encerrarse en una mansión y perder el contacto con la realidad, como le pasó un poco a Prince, de quien yo era gran fan, pero no lo hace”.
Intenso en directo:
Cuando llevas miles de conciertos a tus espaldas, ¿se puede seguir sintiendo la magia y energía de los primeros bolos de tu carrera? Enrique Bunbury es el ejemplo de que sí, y de que además, de ir en alguna dirección, no sólo no estaría retrocediendo, sino avanzando en cuanto a la calidad de sus shows. Y eso, teniendo en cuenta los conciertos y giras acumuladas en las tres últimas décadas, es todo un logro.
Inconformista:
¿Qué después de tocar con Héroes hubo que volver con Radical Sonora a salas de aforo medio, o incluso a tocar en fiestas de diferentes localidades (aquí lo hizo en Barakaldo, sin ir más lejos)? Lo hizo. ¿Qué con “Pequeño” también fue pasito a pasito, cual hormiguita? Así fue. ¿Qué le apetece meterse en un embrollo de mucho cuidado con el Freak Show? ¡A por ello! Su último reto: tocar en festivales. Y por lo que estamos leyendo, con éxito, mucho éxito. Los desafíos no sólo no dan miedo, sino que estimulan, al maño.
Currela:
Lo hemos apuntado al comienzo de este artículo, pero tenemos que repetirlo porque es así. Guste, cause tirria o tibieza (menos este último caso, la figura de Bunbury suele causar discusiones) nadie podrá negar que se trata de uno de nuestros artistas más dedicados a su profesión. Treinta años de lucha constante por vivir el momento y el sonido deseado a cada instante. Y encima, con el reconocimiento de cientos de miles de fans. Sin talento no lo hubiera logrado, pero sentado en el sofá de su casa, tampoco. ¡Y que siga tan inquieto por muchos años!
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