Una noche heroica (Concierto de Héroes del Silencio en los cines Yelmo de Barakaldo, 10/10/07)


Pantalla negra con el símbolo de Héroes. De fondo, se escucha el griterío del público asistente a La Romareda. Se encadenan las canciones, una tras otra, que sirven de preparación para el show. Se superan las 21: 00 horas, la gente se impacienta (la de Zaragoza y el cerca de centenar que nos hemos acercado a los cines Yelmo de Barakaldo). A eso de las 21: 20 horas, comienza a escucharse el Canto de la Sirena. El público enloquece… que no en la sala, donde el silencio se conjuga con la emoción. Y cuando se empiezan a escuchar los primeros acordes de El Estanque, surge el delirio en La Romareda. En el cine, aparecen las primeras sonrisas de satisfacción. Coño, no es un sueño, Héroes ha vuelto, sí. Y a lo grande.

A lo grande por el escenario montado. Cuando comentaban hace unos meses que aspiraban a montar un espectáculo a lo U2, pensé si, en vez de maños, no serían bilbaínos. Porque parecía una bilbainada. Pues no. Desde ya, esta gira 2007 es una de las más espectaculares realizadas por una banda española, con una escenografía a la altura de los grandes grupos internacionales que nos visitan de tanto en tanto. Grande también por el repertorio, que repasa todos sus discos, y en el que uno se emociona con ese viaje al pasado que es Malas Intenciones, El Estanque, Mar Adentro, Flor Venenosa o El Mar no Cesa, y está a punto de dejar de lado la seriedad del recinto cinematográfico para botar y desgañitarse con Avalancha, Iberia Sumergida, Tumbas de Sal o Deshacer el Mundo.

Grande porque o los componentes de nuestra banda más internacional son excelentes actores, o se notaba que no sólo se estaban dejando la piel con cada tema, sino que estaban disfrutando sobremanera. Bunbury no dejaba de regalar sonrisas, Valdivia, de tanto en tanto, asentía como diciendo:”sí, estamos aquí, gracias por haber venido”, Joaquín tenía la cara iluminada y Gonzalo, el invitado, se lo estaba pasando como un niño. Pedro, el majo de Pedro, era el más serio, con una concentración extrema porque todo saldría bien. Sólo por ver algunas miradas de complicidad entre Enrique o Juan, o su cercanía al sentarse hombro con hombro para interpretar una sentida despedida con En Brazos de la Fiebre, ya mereció la pena dejarse los 18 euros del ala en la taquilla.

Técnicamente hablando, esta prueba de fuego de retransmisión en directo del bolo resultó más que notable. Salvo alguna pausa apenas perceptible en diversos momentos, y algunos cambios en el sonido que salía de mesa, la apuesta salió más que bien. Porque, está claro, no es lo mismo que estar en el recinto, pero, sin duda, uno también disfruta con esos primeros planos de un Bunbury más Bono que nunca, un sonido espectacular y un público, eso sí, tan grande como la banda. Si alguien tenía alguna duda de si este regreso iba a ser mágico, seguro que ayer la disipó. Fue una noche heroica.

Comentarios