Unas líneas propias... para variar


Texto: Carlos Molina.

La semana pasada escribía unas líneas sobre la valía personal, y musical, del señor Mariano Casanova. Permitidme que en esta ocasión haga lo mismo con otro músico tan majete como virtuoso. En esta ocasión nos desplazamos del cierzo aragonés al calor y bullicio de una luminosa Sevilla, cuyo arte quedó prendado en la figura menuda de Alvaro Suite.

¿Alvaro? ¿El guitarrista de los Santos Inocentes, la banda que colabora desde hace años con Enrique Bunbury? Pues sí, el mismo.

Pero dejadme retroceder unos cuantos años… hasta un 22 de febrero de 2008. En ese momento, Alvaro (y su compadre Robert Catellanos) peleaban por levantar un proyecto más que interesante (¡tenéis que retomarlo en algún momento, pendejos!) llamado Suite.

Y he aquí que desde su sello, Astro, me pidieron que echara una mano a su manager para ver si podía pasarle contactos de salas y bares de Bilbao, ya que iban a tocar ese fin de semana en Gernika y buscaban otro bolo en Bilbao para sacar el máximo rendimiento al viaje. Tras pasar teléfonos y mails varios, se apostó por un local ya extinto, el Keseacava, tan amplio y lleno de posibilidades como de sonido mejorable. El bolo, por cierto, no tuvo más promoción que la poca que pude hacer yo al cerrarse con poca antelación.

Dos días antes del concierto, mejor dicho… ¡horas antes del concierto! por ahí andaba yo buscando algún alma caritativa que prestara su equipo para esa noche. Por suerte, mi vecino Cristobal, gran músico y mejor persona, les prestó el de su banda. Quedé con Alvaro y compañía, y entre risa y risa nos acercamos a la sala.

Se acercó la hora del concierto y… bueno, mejor que contároslo os dejo el mail que le envié a su manager.

"Hola. Sólo estuve en el concierto del viernes, el sábado tenía un asunto pendiente y no pude acercarme a Gernika. El show… fue una pena, ellos estuvieron genial, pero no se acercó nadie: entre camareras, el del bar, los teloneros que fueron majísimos y se quedaron a verles y yo, no estaríamos más de quince personas. Lo dicho, una pena (…) de hecho hoy me ha contestado a un mail el periodista del Correo, Oscar Cubillo, que escuchó el disco el viernes y le encantó, pero que ya tenía un concierto apalabrado para ese día y no pudo acercarse al bolo, además de que sólo se había enterado por mi correo. Me ha dicho que hará una reseña para el suplemento de este viernes (…) Como te comenté, poca gente conoce el local y menos los conciertos que organizan porque, como nos dijo el que lo lleva, sólo los cuelgan en el myspace, y no hacen nada más de promo. Entre que el concierto no salió en la agenda de ningún periódico (sólo hicieron reseña en algún sitio y en un par de emisoras que les pasé la información) y que no había carteles, no fue casi nadie. Y encima había un festival ese mismo día en el Kafe Antzoki, con Audience, un grupo local, que se llevó a casi todos músicos los de la escena.

Con ellos muy bien, son muy majos, les llevé al hostal y me quedé luego un rato de fiesta (…)".

Como diría aquel, para la cinta.

Evidentemente, esa juerga posterior me dio para muchas cosas off the record. Pero sobre todo para encontrarme con unos tíos que vivían tan intensamente la música y que tenían el culo tan pelado que, lejos de venirse abajo por la pobre respuesta de público, se marcaron primero una hora de concierto es-pec-ta-cu-lar, y luego decidieron salir por ahí a conocer Bilbao y echarse unas buenas risas. Y doy fe que en eso de las risas. El maestro Alvaro es el amo. Si no cogí el metro de vuelta a casa con lágrimas en los ojos de las carcajadas que me eché, le faltó poco. Afable, locuaz… Alvaro se mostró tan lleno de energía como con su guitarra sobre el escenario.

Ahí fue cuando supe que Bunbury había acertado de lleno al apostar por él y Robert para su nueva banda.

Y también desde ahí me alegro sobremanera cuando descubro fotos y vídeos de sus conciertos aquí y allá con el maño, derrochando simpatía y un brío impresionante con las seis cuerdas.

Y además al cabrón le quedan de miedo los pantalones ajustados. Cualquiera. Incluso aquellos con los que el resto de los mortales haríamos el ridículo más espantoso.

Y es que Alvaro Suite tiene mucho arte, señores.

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