Unas líneas propias... para variar

Por Carlos Molina.

Me hace mucha ilusión, mucha, que ya esté a puntito de caramelo el lanzamiento del primer disco en solitario de Mariano Casanova, el que fuera componente de Distrito14, uno de esos grupos currantes a más no poder que suele haber en nuestra escena rockera. Además de facturadores de grandes joyitas rockeras, con bellas letras, gran acompañamiento musical y tremendamente evocadoras.

El parto del álbum ha sido arduo y largo, pero al final Mariano lo ha conseguido. Y me alegro un montón por él. Bueno, y por todos nosotros, que seguro que ha realizado un álbum fantástico. Al tiempo.

Me gustaría comentaros un detalle de la grandeza profesional de Mariano, Quique y demás componentes de Distrito14. Un día, hablando por mail con él, surgió la posibilidad de buscarles un bolo por Bilbao, ya que iba a acercarse a ver a familiares que vivían por aquí y quería ver si podían aprovechar para tocar. Moví los hilos y no salía nada, nada… hasta que un día me acerqué a un bar que suele (al menos, solía) ofrecer un par de conciertos o tres a la semana. No citaré el nombre. Vencí la primera resistencia del encargado al enseñarle algunos de los discos editados por la banda, y al invitarle a buscar información de la misma en Internet. Negociamos el caché. Peleando al máximo, conseguí sacarle menos de 200 euros para el grupo (que iba a venir el formato trío). Avergonzado, se lo comuniqué a Mariano, preparado para su negativa ante lo que yo consideraba migajas…

…Pero no sólo dijo que OK, sino que me agradeció sobremanera las gestiones realizadas.

Llegado el día del concierto, Distrito14 se pusieron a instalar sobre el pequeño escenario, con el mayor de los cuidados y profesionalidad, el equipo. Lo hicieron ante unas decenas de personas que engullían voz en grito hamburguesas, o que se proferían como energúmenos retos en un billar. Todo ante mi sonrojo por la falta de educación. Falta de educación que se mantuvo a lo largo de un concierto en el que el grupo sonó DE FÁBULA, dándolo TODO y mostrando el brillo de un extenso repertorio en lugar de tocar tres cuartos de hora y largarse a toda castaña.

Por suerte, frente al comportamiento de aquellos adolescentes (mentales, que algunos de los presentes ya eran talluditos), hubo espacio para la esperanza a cargo de un par de decenas de personas que asistieron ensimismados ante el despliegue del grupo. Uno de ellos, mi gran amigo Jorge, que no dejaba de decirme “¡qué grupazo!” y que, años después, ha terminado por experimentar las mieles del reconocimiento a su pasión musical gracias a su militancia en el combo Spaces Octopus.

Mientras el grupo recogía los bártulos después del concierto, y ante mis disculpas por el trato recibido por gran parte de los presentes, Mariano y compañía fueron uno a uno dándome un abrazo y diciéndome que no tenían nada que disculparme, que en todo caso me agradecían haberles conseguido el concierto.

Y lo decían de corazón, con una sonrisa en la cara.

Por eso, vuelvo a decirlo, qué bonito que Mariano nos regale nuevas canciones. Qué bonito que gente tan enamorada por la música siga ahí.

Bienvenido de nuevo, artista.

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