Analizamos “El Rinoceronte”, el nuevo trabajo de Elefantes



Texto: Carlos Molina.

“El Rinoceronte”, el nuevo disco de Elefantes que sale el 18 de marzo, no sólo supone el regreso de la banda catalana, tanto discográficamente como a los escenarios, sino que se presenta como el álbum más maduro del grupo, el más conjuntado.

Un disco repleto que es un carrusel de intensidades y atmósferas. Por ejemplo, “Aún más alto” arranca con lánguidas guitarras y una base rítmica in crescendo. El tema también va creciendo en ritmo, jugando con diferentes intensidades, así como en emotividad. Un corte evocador, sentido, bonito, que presenta una gran comunión entre los instrumentos y la voz. “Equilibrios” es también rica en matices e intensidades, con coros como escondidos, y que parte de un arranque acústico para asentarse en una letra directa, estructurada en torno a vocablos y sentencias, o quizás sería mejor decir estados de ánimo.

El polémico “Escuchar el viento” tiene un arranque pesado, con una base rítmica que abraza una especie de rock industrial aunado con reminiscencias pop. Posee algún destello aflamencado en la interpretación vocal y en diferentes pasajes de la guitarra. Una arquitectura sonora que acentúa el carácter apesumbrado del tema, aún más marcado por el abrupto cierre. Por el contrario, “10.000 formas” engancha desde el principio, con su tonalidad enérgica y sus cuerdas, con especial atención, una vez más, a todas las posibilidades que se nos abren cada día para tomar una dirección u otra. Seguro que será uno de los cortes más celebrados en los directos.

“Descargas eléctricas”, que podría haber formado parte de “Somos nubes blancas”, apuesta por un carácter luminoso muy de agradecer. Se puede describir el amor de muchas formas, y una de ellas podría ser así, como una descarga eléctrica que nos lleva a su antojo. También será uno de los momentos de la próxima gira. Y hablando de “Momentos”, este tema, con su teclado, invita a recogerse. Un corte muy intimista, desnudo, también adornado de bellas cuerdas y efectos que va, de nuevo, ganando en intensidad y asociación de ideas e imágenes. También los teclados y las cuerdas están muy presentes en la bella “Ya no hay nada más”, una de las piezas más hermosas del disco.

Llegando al final, “No me busques” tiene un arranque algo funky, y una letra tan atrevida como con fuerza. “En Cajas”, por el contrario, se apuesta otra vez por el recogimiento y una senda acústica y crepuscular que conduce hasta un cierre construido en un extenso e hipnótico instrumental. La lánguida “El Sueño”, que transmite imágenes casi cinematográficas (uno casi se siente dentro de la escena que retrata la canción) nos conduce hasta el cierre de “El Rinoceronte”. Sentido, minimalista, un tanto oscuro y poético corte en el que en el comienzo se pueden hasta percibir ecos del "Sweet Dreams (Are Made of This)" de Eurythmics.

Visto el resultado, parece que, en lugar de inactivo, el grupo ha estado estos últimos ocho años trabajando en este disco. ¡Sobresaliente!

Comentarios